Trata de sumergirnos en un viaje total y completamente onírico y poético, que transcurre dentro de un pueblo fantasmal habitado por los ecos del pasado y las obsesiones de sus habitantes.
“Trata de sumergirnos en un viaje total y completamente onírico y poético, que transcurre dentro de un pueblo fantasmal habitado por los ecos del pasado y las obsesiones de sus habitantes”
La exuberante riqueza cultural latinoamericana se manifiesta en todas las esferas de nuestra vida, siendo las expresiones artísticas su más fiel reflejo. Desde la literatura y la música hasta el cine, estas disciplinas capturan y transmiten la esencia de nuestra identidad.
Este es el caso de la historia de “Pedro Páramo”, la cual forma parte del libro de cuentos “El llano en llamas” de Juan Rulfo y que es un clásico latinoamericano casi desde su lanzamiento en 1955, teniendo una primera adaptación cinematográfica por el director Carlos Velo en 1967 y ahora 57 años después por Rodrigo Prieto, un afamado Director de Fotografía con reconocimiento internacional por películas como: Sobrenatural (1996) Amores Perros (2000), Frida (2002), 21 Gramos (2003), Alexander (2004), Brokeback Mountain (2005), Babel (2006), Los Abrazos Rotos (2009), Argo (2012), The Wolf of Wall Street (2013) y The Irishman (2019), entre otras.
Los pasos de la historia
En las diferentes versiones los límites entre la vida y la muerte se difuminan y el arco narrativo tanto en el libro como en la película es no lineal y sigue el camino de “Juan Preciado” (Tenoch Huerta), un joven que viaja al pueblo de “Comala” en busca de su padre, “Pedro Páramo”, un hombre poderoso y enigmático. Al llegar, descubre un lugar desolado y fantasmal, habitado por los espectros del pasado, donde a través de los relatos de los habitantes, Juan comienza a desentrañar la historia de su padre y los oscuros secretos que acechan a Comala.
En esta versión del 2024, Prieto escoge de manera audaz su ópera prima como Director a este universo rico y complejo, hecho ya un clásico referencial de la literatura de nuestra región por destacar las primeras influencias de lo que ahora conocemos como “Realismo Mágico” y la interseccionalidad temática de la violencia, la muerte y la búsqueda de identidad como parte de las estructuras sociales y la formación de la identidad colectiva.
De esta manera, el reto es aún mayor al tratar de sumergirnos en un viaje total y completamente onírico y poético, que transcurre dentro de un pueblo fantasmal habitado por los ecos del pasado y las obsesiones de sus habitantes.
Universo visual cautivador
Al igual que las obras donde participa como director de fotografía, Rodrigo crea un universo visual deslumbrante. con planos largos y encuadres simétricos semejando para este film las obras pictóricas de los grandes muralistas del realismo mexicano de la era revolucionaria, transportando al espectador a un mundo atemporal, donde hace que la línea imaginaria entre la vida y la muerte sea casi transparente.
Por otra parte, la paleta de colores ocre y sepia, característica en el realismo mágico, es la responsable de acentuar la sensación de decadencia y melancolía impregnada en “La Comala de la película y el libro” lo que se traduce en una atmósfera opresiva pero poética.
Personajes complejos y multidimensionales
Los personajes per se son figuras complejas y contradictorias. Todo el casting forma parte de un trabajo bien logrado desde la dirección actoral hasta la puesta en escena, siendo las caracterizaciones fundamentales para recrear el universo por demás fantasmagórico, sin ser clichés de narraciones angloparlantes.
Allí Pedro Páramo (interpretado por Manuel García Rulfo, quien se dio a conocer por el remake de “Los Siete Magníficos” en 2013 y que curiosamente tiene lazos familiares con el escritor de la obra literaria) nos trae a la vida al protagonista, un hombre poderoso y despiadado, pero también un ser atormentado por sus propios demonios. “Manuel” logra imprimir en la pantalla por momentos sensaciones de empatía como en la secuencias de las muertes de sus seres queridos, así como desprecio exactamente en las mismas tomas.
Por ello, al mostrar su relación con Susana San Juan (personaje a cargo de Ilse Salas, en un estupendo papel nos deja entrever los matices de una mujer con escasa salud mental, sobreviviente del maltrato y la violencia de género, y que vilipendia como equilibrista entre la realidad y el recuerdo)
Entonces tanto ellos como el resto del elenco nos muestran las mecánicas del poder y las acciones transaccionales en derredor del eje central de la trama y revelan la violencia y la misoginia que subyacen en la sociedad mexicana de la época que se transmite a la Latinoamérica contemporánea.
De esta forma la construcción de los personajes por parte de “Prieto” en esta adaptación, es una muestra arquetípica de los miedos, rencores, deseos y sueños más profundos.
Un acompañamiento sutil y evocador
La banda sonora de la película juega un papel fundamental en la creación de la atmósfera. La música, compuesta por Gustavo Santaolalla (ganador del Oscar y ampliamente conocido por sus bandas sonoras en películas como “El secreto de sus ojos”, “Brokeback Mountain” y “Amores Perros”).
Es ese apartado complementario de la evocación particular que nos ofrece el director, combinando elementos de la música tradicional mexicana con sonidos electrónicos y experimentales, Santaolalla se permite crear una partitura que acompaña al espectador a lo largo de su viaje por Comala. Esta fusión crea una sonoridad única que recuerda tanto las raíces culturales de la historia como la atmósfera fantasmagórica del lugar.
Por ello Gustavo refleja los temas centrales de la novela: la muerte, la soledad, la búsqueda de identidad y el peso del pasado. Los sonidos son a menudo melancólicos e inmersivos, creando una sensación de nostalgia y pérdida.
Ejemplos de ellos tenemos en las secuencias como “La llegada de Juan Preciado a Comala” donde la música recrea la atmósfera de misterio y expectativa, anticipando los eventos que están por venir. O “Los recuerdos de Pedro Páramo” cuando la música se vuelve más melancólica y nostálgica, transportando al espectador al pasado.
En resumen
La película nos invita a un viaje introspectivo, a reflexionar sobre temas como la muerte, la culpa, la redención y la búsqueda de identidad. “Pedro Páramo” es una obra atemporal que sigue resonando en la actualidad.
Los temas abordados en la novela, como la violencia, la desigualdad social y la búsqueda de identidad, son tan relevantes hoy como lo fueron en el siglo XX. La adaptación cinematográfica de esta obra contribuye a mantener viva la llama de la literatura latinoamericana y a visibilizar las problemáticas que nos afectan.
El séptimo arte, en particular, actúa como un espejo que refleja y perpetúa estas historias, perdurando en el inconsciente colectivo a lo largo de las generaciones.
Recordamos que el adaptar una obra literaria de tal envergadura constituye un desafío intelectualmente estimulante. Es una invitación a repensar la narrativa original y a ofrecer nuevas interpretaciones que resuenen con el público contemporáneo.
Si quieres saber de qué te hablo, te invito a visitar Netflix y disfrutar de esta obra cinematográfica que ya se ha robado la atención de propios y extraños, tanto en el circuito de festivales como el de Montreal y Morelia, así como en su presentación en salas.
Publicado por Daniel Marín
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Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730