
Hoy, 14 de abril, la Iglesia Católica celebra el Lunes Santo, segundo día de la Semana Santa. Este día recibe el nombre de “Lunes de Autoridad” porque el Señor Jesús, en medio del trance de esta semana decisiva, revela en qué radica su autoridad sobre el género humano y toda la creación.
Dice el profeta Ezequiel, recordándonos cuán misericordioso es Dios: «Nuestros crímenes y nuestros pecados cargan sobre nosotros y por ellos nos consumimos, ¿podremos seguir con vida? “Por mi vida -oráculo del Señor-, juro que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva» (Ez 33, 10b. 11a).
Cada día de la Semana Santa cuenta
La Iglesia propone que en los días que median entre el Domingo de Ramos y el Triduo Pascual -Lunes, Martes y Miércoles Santos-, los fieles tengan la oportunidad de meditar en aspectos muy importantes de la persona de Jesús, en quien habrán de cumplirse todas las profecías sobre el Mesías.
Se trata de una costumbre o tradición muy hermosa que nos puede acercar más a lo que el Señor fue experimentando a medida que pasaban los días y se acercaba su hora definitiva.
El título “Lunes de Autoridad”, concedido al segundo día de la Semana Santa, tiene su origen en esta tradición que, aunque un poco olvidada, vale la pena conocer o rescatar.
Hoy, lunes, por ejemplo, Jesús nos enseña que su autoridad tiene a su amor misericordioso como único fundamento. No proviene de la violencia y no inspira miedo. Todo lo contrario.
En esa línea, los dos días restantes entre el Domingo de Ramos y el Triduo Pascual tienen también su propio nombre y temática, a través de los cuales se puede profundizar aún más en los misterios de la ‘Semana Mayor’ para acompañar de cerca a Jesús. Así como el Lunes Santo recibe el nombre de “Lunes de la Autoridad”, el Martes Santo es el “Martes de la Controversia”, y el Miércoles Santo, “Miércoles de la Traición”.
La lectura del Evangelio día por día
Las lecturas del Evangelio que se suceden en los tres días mencionados (lunes, martes y miércoles) portan la densidad de los momentos finales -llenos de palabras y gestos- de la vida en la tierra del Dios-Hecho-Hombre. A través de esas palabras y gestos, su testamento de amor queda delineado de manera perfecta.
Lunes, Martes y Miércoles quedan así “mejor integrados” en ese ‘todo’ que es la Semana Santa o “Semana Mayor”, en la que seremos testigos del momento cúspide de la obra de la Salvación.
Un acercamiento al Evangelio de hoy: Lunes Santo
La lectura del Evangelio de hoy está tomada de San Juan 12, 1-11. En ella se relata el episodio de la unción de Jesús en casa de Lázaro.
El Señor se encontraba en Betania en casa de su amigo Lázaro, aquél a quien había resucitado de entre los muertos. Junto a este se encontraban María y Marta, sus hermanas. Acabada la cena, sucede algo “escandaloso”: María se acerca a Jesús y lo unge con un costoso perfume.
Dice el texto: “Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume” (Jn 12, 3).
Casi de inmediato irrumpe la pregunta de Judas Iscariote: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se les ha dado a los pobres?» (Jn 12, 5). Judas era el discípulo que traicionaría a Jesús, y estaba encargado de la bolsa del grupo. Su pregunta, dice el Evangelio, brotó de su codicia y no del amor a los pobres, como tampoco de alguna intención que procure la ‘justicia’. Judas andaba robándose el dinero y su deseo era distraer.
Es en ese momento cuando Jesús lanza una respuesta que podría haber desconcertado a más de uno: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis» (Jn 12, 7-8).
No es que Jesús pensara que el dinero se puede desperdiciar o que hubiera algo “antes” del que sufre o es pobre; de ninguna manera. Por ahí no va el asunto. Es otra la dirección a la que apunta el Maestro.
Su autoridad no es fuerza ni violencia. Por el contrario, es amor y perdón que resplandece cuando dejamos que Él sea el centro. Si algo tiene valor es porque Él es valioso primero, si alguien goza de autoridad es porque esta viene de Él. Cuando reconocemos que Jesús está por encima de todo, es posible conectar la autoridad con la rectitud en el obrar -la pureza de intenciones y la misericordia-.
Jesús revela que su autoridad es sobre todas las cosas y todo queda sometido a esta. Dios será elevado en la cruz y desde allí habrá de someter nuestro pecado, como lo hizo en el caso de la mujer que lloró sus culpas. Por eso, lo sucedido en Betania nos remite al Jesús que expulsó a los mercaderes del Templo: «Está escrito: Mi casa será llamada Casa de Oración. Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones» (Mt 21, 13). Solo Él tiene autoridad moral para proceder de esa manera, y solo Él tiene el poder para someter al pecado, redimiendo al pecador.
Mientras Jesús posee autoridad moral para hacer lo que hace, Judas no. En consecuencia, Judas y su hipocresía quedarán ‘fuera de juego’.
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El color morado en las celebraciones eucarísticas
En las celebraciones eucarísticas entre el Lunes y Miércoles Santos vuelve el color morado usado durante la Cuaresma. El uso del morado fue interrumpido el primer día de la Semana Santa, Domingo de Ramos, en el que se usó el color rojo, en señal de contrición y arrepentimiento.
Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730