Una carta mensual de Lizandro Samuel
Circulo Amarillo and Lizandro Samuel
ago 14
¿Por qué algunos artistas ganan más dinero que otros?
Es común escuchar gente decir: quiero vivir de escribir, quiero vivir de tocar, quiero vivir de actuar. La realidad es que sí son pocos, y privilegiados, los que ganan buen dinero a través del ejercicio artístico. Sin embargo, no son ni de cerca los que más producen. Los escritores, músicos y actores que se hacen millonarios no reciben dinero por la calidad de su trabajo (aunque muchas veces el tener una alta calidad los ayuda), sino porque venden el bien más preciado de la sociedad.
Los que lleven más tiempo leyéndome ya deben de saber de qué estoy hablando. Sí, de la atención.
Pongo un ejemplo. Stephen King no gana dinero por escribir, gana dinero porque acumula unas cuotas muy altas de atención. Que lo haga a través de sus libros es, desde el punto de vista económico, solo una circunstancia. Lo que lo hace financieramente solvente no es que escribe muy bien, sino que capta la atención de las personas.
Un error común, sobre todo de quienes vienen de espacios tradicionales de formación artística, es creer que una cosa implica la otra. Quizá a muchos nos gustaría que fuera así, que mientras mejor escritor fueras más atención captaras. Pero, como dirían varios memes, llega un momento en el que los niños deben hacerse adultos y aceptar que el mundo funciona diferente a cómo soñaron.
El ejemplo ya está manoseado, sin embargo aquí de nuevo: quienes pagan por un concierto de Taylor Swift no lo hacen pensando que van a escuchar a la mejor cantante viva (bueno, quizá alguno sí lo crean, pero ese no es el punto), lo pagan porque están profundamente enamorados de toda una experiencia generada por y en torno a Tylor. Sus productores y las empresas con las que trabaja, no le ofrecen más dinero a Swift en función de que mejore o empeore su performance artístico, le ofrecen más dinero en la medida en la que sea lo que sea que haga atraiga a más público. A eso se resume todo.
A principios de año publiqué en Letras Libres una nota en la que reflexioné un poco sobre esto: “[los escritores] deben sobrevivir a un mundo en el que la calidad muchas veces no es el aspecto al que le dan más importancia los editores, en algunos casos porque lo único que importa es lo cuantificable, y en otros porque en ciertos espacios el talento se da por descontado y, de nuevo, lo que más preocupa a los editores que quieren seguir teniendo trabajo es cuán leído puede ser un texto”.
¿Si notan la diferencia a la que me refiero, verdad? Hay gente que sí cobra por escribir: los autores fantasmas, traductores, etcétera. Y sí es verdad que mientras mejores sean pueden exigir más dinero; después de todo, no cualquiera tiene el nivel para, por ejemplo, traducir a Shakespeare. Este tipo de relaciones comerciales siempre implican la prestación de un servicio: tú escribes el guion y la productora te paga por eso. Ahora bien, la anhelada “libertad artística”, el reconocimiento del público, el ganar dinero en buenas cantidades, está determinada por otro tipo de estructuras en el que la atención que sean capaz de aglutinar es lo determinante.
¿Por qué hay más personas interesadas en ver un partido de fútbol que en leer el último reportaje sobre la crisis en el sector de educación?, ¿o por qué algunos de ustedes invierten más tiempo (es decir, atención) hablando mal de la serie que no les gustó que de aquella que les pareció perfecta? Esas preguntas son harina de otro costal: hoy no vienen al caso.
Para ser un gran captador de atención hay muchas estrategias y tácticas válidas, además de ciertas circunstancias sociales. Hay montones de libros sobre eso. Para cerrar esta carta, les voy a hablar de una de las que me parece más valiosa en el arte.
No se trata de preocuparse por ser “mejor” que otros, por estar a la altura del canon, ni siquiera por querer entrar en el canon, no se tratar de repetir como loro que “ya-todo-está-escrito”, ni de seguir un recetario para volverse el escritor o escritora más técnico. Creo que lo más determinante es encontrar qué te hace único. Sí, sí, sé que a algunos esto les suena a libro barato de autoayuda. No me importa. Estoy convencido de que de dar con la esencia propia, lo más autentico que tenemos, depende el hacer obras artísticas valiosas.
El problema está en que durante todas las primeras fases de aprendizaje lo natural es que imitemos: queremos hacer lo que hace otra persona cuyo trabajo nos gusta. Eso está muy bien y nos puede llevar a niveles altos de ejecución. No obstante, lo que realmente puede hacer que nos presten atención es que sepamos identificar lo singular en nuestra mirada.
Este año publiqué un perfil sobre un comediante que, además, es licenciado en física. ¿Cuántos comediantes conocen que hayan estudiado esa carrera? Esa sola circunstancia le da un punto de partida singular a su mirada. Esas, claro, y todas las que ha vivido.
Nadie ha tenido las mismas experiencias que tú, nadie ha sentido exactamente lo mismo que tú ni es un calco tuyo. Encuentra las combinaciones que te hacen diferente, singular, y no las reprimas: explóralas. En los talleres, me he dado cuenta de que las circunstancias más artísticamente poderosas de las personas son, con frecuencia, aquellas que más rechazan.
Es en lo que consideras más aburrido, doloroso o desagradable de tu vida donde suele estar la fuerza para crear algo que de verdad interese a los lectores.
Próximos talleres
En días difíciles, cuando cuesta concentrarse para lograr textos largos, escribir diarios es un bálsamo. Honestamente, no conozco a nadie mejor que Ricardo Ramírez Requena para guiarlos en el mundo del diario literario.
Aquí hay muchos lectores del terror, seguidores de Stephen King, miembros del fandom de Mariana Enríquez. Pues bien, para ustedes: Literatura oscura: ¿cómo escribir historias de terror?, con mi querida Aglaia Berlutti. No sé de una venezolana que sepa más del género que ella.
Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730