Los líderes eclécticos saben que contar con una o varias disciplinas que contribuyen al cambio de conducta, no les da una patente de corso para manipular a su equipo y seguidores y hacer que ellos se degraden a comportamientos destructivos y amorales.
Este es un tópico escabroso, delicado, subjetivo, abstracto y controversial. Podemos citar casos históricos: Olimpia, madre de Alejandro Magno, a quien se le adjudica la capacidad de manipular a su hijo para que odiara y enfrentara a su padre; Jim Jones, quien fue el líder del suicidio colectivo más grande de la historia (918 muertes); los políticos que desde una tarima arengan a sus seguidores a hacer destrozos y desmanes en nombre de la justicia; o el anónimo creador de un reto por redes sociales que termina en lesionados leves o permanentes o en niños, jóvenes y adultos muertos.
Todos los ejemplos anteriores usan una forma de intervención de la conducta humana, pero la pregunta que impera es ¿Con qué fin? Quizás sea…
Los líderes eclécticos saben que contar con una o varias disciplinas que contribuyen al cambio de conducta, no les da una patente de corso para manipular a su equipo y seguidores y hacer que ellos se degraden a comportamientos destructivos y amorales.
Este es un tópico escabroso, delicado, subjetivo, abstracto y controversial. Podemos citar casos históricos: Olimpia, madre de Alejandro Magno, a quien se le adjudica la capacidad de manipular a su hijo para que odiara y enfrentara a su padre; Jim Jones, quien fue el líder del suicidio colectivo más grande de la historia (918 muertes); los políticos que desde una tarima arengan a sus seguidores a hacer destrozos y desmanes en nombre de la justicia; o el anónimo creador de un reto por redes sociales que termina en lesionados leves o permanentes o en niños, jóvenes y adultos muertos.
Todos los ejemplos anteriores usan una forma de intervención de la conducta humana, pero la pregunta que impera es ¿Con qué fin? Quizás sea el “fin” la diferencia entre un líder que actúa éticamente y otro que no lo hace.
¿Cuál es el límite?
El límite son los derechos humanos, la libertad de pensamiento y #acción, la emancipación personal por encima de los mandatos de un dogma, el bienestar del seguidor antes que el interés individual del líder, la verdad de los hechos libre de interpretaciones maniqueas, entre otros.
Para respetar estos límites el #líderecléctico debe tener mucha claridad de lo que busca en el cambio de conducta del equipo o de aquellos seres incondicionales que le siguen; y encender las alarmas cuando está pasando de una convicción por un objetivo a un comportamiento fanático nocivo o cuando al líder le creen más por ser él quien lo dice —la voz que posee ”la verdad indiscutible” —, sin que el seguidor lo pase por los filtros de la razón, la lógica y la ponderación de lo que es sano o no.
Cuídate como #líder de creerte el dueño de la verdad y de creer que tu mirada del mundo y los comportamientos que propones son únicos; que las formas de hacer las cosas en las que tú crees son absolutas; cuídate de creerte el salvador.
Para evitar caer en esta tentación, rodéate de personas con ganas de ser mejores, que usan su inteligencia y criterio; enséñales a defenderse de la manipulación y a sentir, pensar y creer en su intuición; a cuestionar tu forma de ver el mundo y a aportar nuevos ángulos que también sirven; personas que deseen ser libres, conscientes, independientes e interdependientes, que puedan definir sus #principios y sepan respetar los de los demás.
Victoria Camps en su obra “El gobierno de las emociones” (2011) escribe una frase que me encanta, y que sirve como epílogo de esta sección: La ética o la moral deben de entenderse no sólo como la realización de unas cuantas acciones buenas, sino como la formación de un alma sensible.
¿Cómo interpretas tú la ética en al gestión del liderazgo?
Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730