Una entrevista a Enmanuel Carrère, concurso de nouvelle dotado con 3.000 euros y “No se me ocurrió preguntar”, por María Celina Frías.
sep 11
Como no solo de arte se vive, hoy queremos hablarte del yoga, una práctica ancestral muy efectiva para lograr el equilibrio físico y mental que requieren los procesos creativos.
La práctica regular del yoga cultiva una serie de cualidades mentales fundamentales para estimular la creatividad. Algunas de esas cualidades son:
- Presencia y atención plena: El yoga enseña a estar presentes en el momento, a observar nuestras sensaciones, pensamientos y emociones sin juicio. Esta atención plena permite un estado de calma y claridad mental donde las ideas pueden surgir libremente.
- Reducción del estrés y ansiedad: El estrés y la ansiedad son enemigos de la creatividad, ya que bloquean el flujo de ideas y limitan la capacidad de pensar con originalidad. El yoga, a través de la respiración consciente y la meditación, ayuda a liberar tensiones y a encontrar un estado de relajación profunda propicio para la creatividad.
- Autoconocimiento y aceptación: El yoga invita a explorar nuestros límites y a aceptarnos tal como somos, con nuestras fortalezas y debilidades. Esta autoaceptación libera de presiones y nos permite expresarnos con autenticidad.
La generación de ideas y confianza, la superación de bloqueos creativos y la flexibilidad mental son otros de los beneficios del yoga que influyen en la creatividad.
¿Cómo incorporar el yoga en tu rutina creativa?
No es necesario ser un experto para practicar yoga. Aquí tienes algunas ideas para incorporarlo en tu rutina:
- Comienza el día con una sesión de yoga: Dedica unos minutos cada mañana a practicar yoga. Esto te ayudará a centrarte, a establecer una intención para el día y a abrirte a la inspiración.
- Haz pausas de yoga durante el trabajo: Si te sientes bloqueado o estresado, tómate unos minutos para hacer algunas posturas de yoga o ejercicios de respiración. Esto te ayudará a despejar la mente y a recargar energías.
- Termina el día con una práctica relajante: Antes de acostarte, dedica unos minutos a practicar yoga restaurativo o meditación. Esto te ayudará a liberar tensiones, a reflexionar sobre el día y a prepararte para un sueño reparador.
- Explora diferentes estilos de yoga: Hay muchos estilos de yoga, cada uno con sus propios beneficios. Experimenta con diferentes estilos para encontrar el que mejor se adapte a tus necesidades y preferencias.
El yoga ofrece la posibilidad de conectar con nuestra esencia creativa y de vivir una vida más satisfactoria.
Y si no nos crees, el autor de Yoga, Enmanuel Carrère, tiene algo que decirte en esta entrevista: “Lo que le permite a uno mantenerse a flote es estar consciente de que todas las etapas son transitorias”
En Círculo Amarillo ofrecemos clases de yoga desde hace tres años. Si quieres ser parte de la experiencia, tenemos varios planes online para ti.
Para más información, escríbenos a inscripcionesc.amarillo@gmail.com o llena este formulario.
Clases de yoga online
Hey, tú, sí, tú: quien está leyendo esto. Sabemos que te duele la espalda. Obvio, ¿qué creías, que pasar horas escribiendo, leyendo, editando no te iba a pasar factura? Así es la vida: no solo de arte se vive. Así que si planeas seguir teniendo una vida creativa próspera, te recomendamos que empieces a fortalecer los músculos de la espalda. ¿Cómo?
¡Pues con clases de yoga online!
Las clases se dictan por zoom, Google Meet o cualquier otra aplicación que la profesora juzgue oportuna. En las mismas, habrá un máximo de tres alumnos, a los cuales la profesora estará dirigiendo y corrigiendo atentamente durante toda la sesión. Asimismo, una vez se adquiera un plan de clases mensuales, ella quedará a disposición para resolver cualquier duda vía WhatsApp.
Todas las clases, sin excepción, duran una hora. Y solo se puede tomar una al día. Teniendo esto presente, los planes que ofrecemos van desde la posibilidad de una sesión a la semana hasta un máximo de cuatro.
Planes de las clases de yoga online
Para una persona:
- Plan 1: 4 clases al mes por 20$.
- Plan 2: 8 clases al mes por 35$.
- Plan 3: 12 clases al mes por 50$.
- Plan 4: 16 clases al mes por 65$.
Para dos personas:
- Plan 1: 4 clases al mes por 35$.
- Plan 2: 8 clases al mes por 65$.
- Plan 3: 12 clases al mes por 90$.
- Plan 4: 16 clases al mes por 120$.
Para tres personas:
- Plan 1: 4 clases al mes por 50$.
- Plan 2: 8 clases al mes por 90$.
- Plan 3: 12 clases al mes por 120$.
- Plan 4: 16 clases al mes por 140$
Horarios disponibles para las clases de yoga online:
Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes | Sábado |
8:00 am a 9:00 am. | 8:00 am a 9:00 am. | 8:00 am a 9:00 am. | 8:00 am a 9:00 am. | 8:00 am a 9:00 am. | |
11:00 am a 12:00 m. | |||||
5:00 pm a 6:00 pm. | 5:00 pm a 6:00 pm. | 5:00 pm a 6:00 pm. | 5:00 pm a 6:00 pm. | 5:00 pm a 6:00 pm. | 5:00 pm a 6:00 pm. |
7:00 pm a 8:00 pm. | 7:00 pm a 8:00 pm. | 7:00 pm a 8:00 pm. | 7:00 pm a 8:00 pm. | 7:00 pm a 8:00 pm. | 7:00 pm a 8:00 pm. |
Las clases de yoga online están a cargo de la profesora Mayanín Matos
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Información general de las clases de yoga online:
- Facilitadora: Mayanín Matos.
- Fecha: a convenir.
- Horario: a convenir.
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+58 416 822 33 98
Premio La Mistral Nouvelle
Librería La Mistral anunció la1ª edición del Premio La Mistral Nouvelle. La obra ganadora recibirá 3.000 euros más su publicación y distribución en España por La Mistral.
Tienes hasta el 30 de noviembre para enviar tu obra. Consulta las bases aquí.
Premio La Mistral Nouvelle 2025/ Bases El Premio La Mistral Nouvelle 2025 se concederá de acuerdo con las siguientes BASES: 1.ª Podrán optar al Premio La Mistral Nouvelle todos/as los/as escritores/as que lo deseen (igual o mayores de 18 años), cualquiera sea su nacionalidad o procedencia, siempre que las obras que presenten sean novelas originales e inéditas escritas en lengua castellana. No podrán presentarse las obras que hayan sido premiadas anteriormente en ningún otro concurso o que concurran simultáneamente a otro premio, ni las de aquellos autores que hubiesen fallecido antes de anunciarse la convocatoria y tan solo se aceptará una obra por candidato. En ningún caso el Premio podrá ser repartido entre dos o más novelas, sino que será concedido íntegro a una sola obra. El Premio no podrá ser declarado desierto. 2.ª Las obras presentadas deberán tener una extensión de entre 17.000 y 40.000 palabras, en Times New Roman o Arial de cuerpo 12, a doble interlineado. Entregar en formato PDF o Word. El plazo de admisión de originales se cerrará el 30 de noviembre de 2024. Deberá adjuntar su manuscrito en formato electrónico (PDF o Word) en el formulario que se encuentra a continuación. Deberá proceder de la siguiente manera:- Acceder al formulario: https://forms.gle/5AFPhknXBkQW5x2CA- Responder si presentará su manuscrito bajo seudónimo o no.- Completar sus datos personales.- Completar los datos de la obra solicitados en el formulario.- Subir el manuscrito. La carga de manuscritos está limitada a uno por persona.- Aceptar las presentes bases y la política de privacidad mediante el clic en la correspondiente casilla. En los casos de presentaciones bajo seudónimo, para garantizar el anonimato, el formulario disociará sus datos identificativos de los del seudónimo y estos únicamente se revelarán en el caso de que la obra sea seleccionada como finalista o ganadora. 3.ª Se concederá el Premio a la obra que por mayoría de votos seleccione el jurado de entre las presentadas al certamen. La dotación económica, cuyo importe será de 3.000 euros, se corresponde con el reconocimiento al mérito literario de la obra. El autor/a premiado/a recibirá, además, una escultura simbólica conmemorativa del Premio La Mistral Nouvelle. 4.ª El Jurado, formado por los escritores Elvira Lindo, Leila Guerriero y Leonardo Padura, hará público el fallo, inapelable, a finales del mes de marzo de 2025. Sin perjuicio del fallo definitivo, Librería La Mistral S. L. no responde de las opiniones manifestadas por el Jurado ni por ninguno de sus miembros en relación con las novelas presentadas. 5.ª Las consultas sobre la convocatoria deberán realizarse a través de la dirección de correo electrónico premiolamistral@librerialamistral.es. No se hará público el listado de finalistas. Cualquier comunicación relativa al Premio será publicada en la web www.librerialamistral.es. Una vez hecho público el fallo, los originales no premiados serán destruidos sin que quepa reclamación alguna en este sentido. La entidad organizadora no se hace responsable de las posibles pérdidas o deterioros de los originales, ni de los retrasos o cualquier otra circunstancia imputable a correos o a terceros que pueda afectar a los envíos de las obras participantes en el Premio. 6.ª El pago del Premio implica el reconocimiento y aceptación del autor de la cesión en exclusiva, por un período de diez (10) años desde la firma del contrato, de los derechos de explotación, reproducción, distribución y comunicación pública mediante la publicación de la obra por parte de Librería La Mistral S. L. en todas las lenguas y en todo el mundo, y bajo cualquier modalidad de edición incluyendo (a título meramente indicativo) tapa dura, rústica, ediciones económicas o de bolsillo, e-book, audiolibro, etc., así como el derecho para la explotación de la obra por terceras sociedades, en forma de libro o digital, y el derecho de transformación de la obra para su traducción a otras lenguas y para la adaptación a las distintas modalidades audiovisuales hoy existentes, con contraprestaciones porcentuales distintas según la modalidad de que se trate. El autor galardonado se obliga a suscribir el contrato de edición, de cesión de los derechos de explotación sobre la obra premiada y cualquier documento que sea preciso para formalizar oportunamente dicha cesión. Librería La Mistral S. L. podrá efectuar una primera edición de la obra ganadora en edición rústica o tapa dura con un mínimo de mil (1.000) ejemplares y un máximo de cien mil (100.000), con las reimpresiones que dentro de estos totales decida libremente el editor. Las sucesivas ediciones que sigan a la primera, en cualquier modalidad de edición, comprenderán un mínimo de cien (100) ejemplares y un máximo de cien mil (100.000), sin límite de ediciones. 7.ª Durante un período de 90 días desde la concesión del Premio, Librería La Mistral S. L. tendrá derecho de opción preferente para obtener la cesión en exclusiva de la explotación de las obras que, presentadas y no habiendo resultado ganadoras, pudieran interesarle. En tal caso, el autor se obliga frente a Librería La Mistral S. L. a ceder los derechos de explotación de su obra. 8.ª Las novelas deberán presentarse a través del formulario indicado en la cláusula Nº 2 (ver página 1). Todas las obras deberán participar con una declaración, que se encuentra incluída en el formulario, en la que deberán constar, necesariamente, los siguientes extremos: (I). Manifestación expresa del carácter original e inédito en todo el mundo de la obra, de que su creación no es resultado de la utilización de sistemas, herramientas o técnicas deriva das o vinculadas con la Inteligencia Artificial, así como que no es copia ni modificación, total o parcial, de ninguna otra obra propia o ajena. (II). Manifestación expresa de la titularidad exclusiva del autor sobre todos los derechos de la obra y que la misma se encuentra libre de cargas o limitaciones a los derechos de explotación. (III). Manifestación de que la obra presentada al Premio no ha sido presentada a ningún otro concurso que esté pendiente de resolución en el momento de la presentación de la obra al Premio. (IV). Manifestación expresa de la aceptación por el autor de todas y cada una de las condiciones establecidas en las presentes bases. (V). Fecha de la declaración. 9.ª El autor se obliga a mantener totalmente indemne a Librería La Mistral S. L. por cuantos daños y/o perjuicios pudiera esta sufrir como consecuencia de la inexactitud o falta de veracidad de cualquiera de las manifestaciones indicadas en estas bases y realizadas por el autor en el momento de la presentación de la obra. 10.ª Ninguna de las novelas presentadas al Premio dentro del plazo y en la forma debida podrá ser retirada antes de hacerse público el fallo. Una vez transcurridos los 90 días especificados en la cláusula Nº 7, Librería La Mistral S. L. se compromete a eliminar los archivos recibidos. 11.ª La presentación al Premio implica el consentimiento irrevocable del autor a la divulgación de la obra presentada en caso de resultar premiada. Quedará bajo la exclusiva responsabilidad del autor la inscripción de la novela presentada al Premio La Mistral Nouvelle en el Registro de la Propiedad Intelectual, así como los efectos de su no inscripción frente a terceros. 12.ª El ganador autoriza la utilización de su nombre e imagen con fines publicitarios y se compromete a participar activa y personalmente en la presentación y promoción de su obra. 13.ª Librería La Mistral S. L. no mantendrá correspondencia ni comunicación alguna por ningún medio con los autores que se presenten al Premio ni facilitará información sobre la clasificación y valoración de las novelas. 14.ª De conformidad con lo dispuesto en el Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016, relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos (Reglamento General de Protección de Datos o RGPD) y con la Ley Orgánica 3/2018 de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales y Garantía de Derechos Digitales (LOPDGDD), los datos de carácter personal que faciliten los autores serán tratados por Librería La Mistral S. L. con CIF B-06929905 y domicilio en Travesía del Arenal, 2, 28013, Madrid (España), con las siguientes finalidades. Comoparticipante: ➢ Gestionar la participación del autor en el Premio; ➢ Gestionar los derechos y obligaciones de participación contenidos en las presentes bases; ➢ Verificar que el autor cumple con las condiciones de parti cipación al Premio contenidas en las presentes bases. En el caso de que el autor resulte ganador: ➢ Comunicarse con el autor ganador a los efectos de indicar le que su obra ha sido seleccionada ganadora; ➢ Gestionar las obligaciones fiscales derivadas de la entrega del Premio; ➢ Proceder a la firma de documentación con el autor sobre los derechos de explotación de su obra según se expone en el apartado 6 de las presentes bases; ➢ Hacer uso del nombre e imagen del autor con fines publi citarios para la promoción de la obra tal y como se detalla en el apartado 11 de las presentes bases. En el caso de que el autor no resulte ganador, si bien Librería La Mistral S. 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No se me ocurrió preguntar
Por María Celina Frías
Aquel agosto de 1983, a mis siete años, aprendí que la vida puede cambiar de rumbo, abruptamente, por razones tan ínfimas como la pérdida momentánea del control de esfínteres.
Estábamos iniciando el período de vacaciones escolares, cuando, de forma repentina e inconsulta, mi mamá nos anunció, a mi hermano Ricardo y a mí, que iríamos a pasar el resto del asueto de verano en casa de los abuelos, en Barquisimeto. Ambos protestamos enérgicamente ante tal decisión, hasta que mi mamá puso fin a nuestra querella, imponiendo su autoridad con el acostumbrado “van, porque lo digo yo y punto”.
Habituados a esa clase de arbitrariedades, nuestra sorpresa no se produjo por el abrupto final de la conversación, sino porque al parecer el plan nos incluía sólo a nosotros dos y no a nuestros padres.
—Pero… ¿ustedes no van con nosotros? –pregunté con voz queda y temblorosa.
—Vamos a llevarlos, naturalmente. Ustedes se quedarán con los abuelos y nosotros regresamos a Caracas. Los buscamos a finales de septiembre –respondió mi mamá, cortante y aún molesta.
Continúa aquí.
No se me ocurrió preguntar
por Círculo Amarillo | Ago 28, 2024
Por María Celina Frías
*La imagen de portada de No se me ocurrió preguntar fue producida por Copilot.
Aquel agosto de 1983, a mis siete años, aprendí que la vida puede cambiar de rumbo, abruptamente, por razones tan ínfimas como la pérdida momentánea del control de esfínteres.
Estábamos iniciando el período de vacaciones escolares, cuando, de forma repentina e inconsulta, mi mamá nos anunció, a mi hermano Ricardo y a mí, que iríamos a pasar el resto del asueto de verano en casa de los abuelos, en Barquisimeto. Ambos protestamos enérgicamente ante tal decisión, hasta que mi mamá puso fin a nuestra querella, imponiendo su autoridad con el acostumbrado “van, porque lo digo yo y punto”.
Habituados a esa clase de arbitrariedades, nuestra sorpresa no se produjo por el abrupto final de la conversación, sino porque al parecer el plan nos incluía sólo a nosotros dos y no a nuestros padres.
—Pero… ¿ustedes no van con nosotros? –pregunté con voz queda y temblorosa.
—Vamos a llevarlos, naturalmente. Ustedes se quedarán con los abuelos y nosotros regresamos a Caracas. Los buscamos a finales de septiembre –respondió mi mamá, cortante y aún molesta.
La respuesta me fulminó. Dejé de escuchar la pelea que se suscitó entre Ricardo y mi mamá. Mi cuerpo todavía estaba presente en la escena, pero mi mente, mis ojos, mis oídos se habían ausentado y estaban en un limbo donde las imágenes y los sonidos eran solo rumores y sombras lejanas.
En aquel entonces, yo sentía un profundo apego hacia mi mamá. Tal vez excesivo para un niño de siete años, no lo sé. Lo cierto es que, normal o no, me embargaba una profunda tristeza y un inconmensurable desamparo frente a su lejanía. Me avergonzaba de ese sentimiento tan intenso. Por lo tanto, lo mantenía en secreto con sigilosa discreción. Me daba la impresión de que los demás niños, mi hermano, mis primos, mis amigos, no experimentaban una sensación similar.
¿Cómo se sentiría Ricardo? No parecía tan indispuesto como yo.
Quizás, se sentía igual o peor. Quizás, como yo, prefería disimular. No se me ocurrió preguntar.
¿Por qué nuestros padres habían decidido mandarnos a Barquisimeto a pasar las vacaciones? Caracas, evidentemente, era un mejor programa. Por qué recluirnos en casa de los abuelos, tan pequeña, tan sofocante, tan oscura, tan rígida, cuando la nuestra era grande, cómoda, fresca, luminosa. Podíamos salir a pasear en bicicleta, montar patineta, jugar con nuestros amigos y con el Atari que acababan de comprarnos. En Caracas, había diversión. En casa de los abuelos, tedio.
De nuevo, no se me ocurrió preguntar.
Con estas interrogantes en mente, recorrí el camino de Caracas a Barquisimeto, a bordo de la Chevrolet Blazer Silverado de mi mamá. Era muy temprano cuando salimos de Caracas. El amanecer nos fue siguiendo la primera hora de viaje. Mis padres comentaban sobre el verde esplendoroso que la temporada de lluvia había dejado en las montañas que bordeaban la carretera. Yo, intentaba verlas con alegría, buscando un consuelo que no llegaba.
Después de cinco horas de camino, estábamos en casa de los abuelos. Recuerdo haber sentido ternura al ver su emoción por recibirnos. Entramos, desayunamos, mi mamá nos ayudó a desempacar en el cuarto que habían acondicionado para nosotros. Nos besó en la frente, nos dio la bendición, pidió la bendición a los abuelos, se montó en la Blazer con mi papá y los vimos alejarse. Entré nuevamente en la lúgubre casita y me tendí boca abajo en la que sería mi cama por los próximos dos meses. Me eché a llorar sin consuelo.
Desde ese instante, comencé a contar los días, las horas, los minutos que faltaban para ver a mi mamá, para regresar a Caracas. Pero el tiempo, definitivamente, transcurría más despacio en aquella ciudad de calores aplastantes y majestuosos crepúsculos.
La estancia en casa de los abuelos fue eterna, aburrida y agobiante. Parecía que nuestra presencia alteraba todo: los horarios, las rutinas, el orden. Tanto la abuela como el abuelo eran impecables y metódicos en sus hábitos y en sus modos. Les molestaba el ruido, las carcajadas, la desorganización y el ritmo desentendido de la diversión. La espontaneidad y, sobre todo, la imperfección. Como no les gustaba salir, nuestra mejor opción para dar un paseo era acompañar a la abuela al abasto; y la peor y obligatoria, ir a misa los domingos. La abuela, además, rezaba varios rosarios al día y nos compelía a unirnos en, al menos, dos de ellos. Los ratos de oración terminaban mal. Nuestras frecuentes distracciones desencadenaban la furia de la abuela y los consecuentes cocorronazos que nos propinaba.
Y había una cosa más. Algo que terminaba de henchir la pesada atmósfera de aquella casa: sobre el abuelo cernía una especie de leyenda familiar, un mito sobre un personaje iracundo y temido que él encarnaba.
Todos decían que tenía un genio de los mil demonios. Contaban que era el terror de los muchachos de Barquisimeto, en la época en que, a las señoritas como mi mamá y mis tías, las cortejaban con serenatas. Dicen que apenas oía las cuerdas de las guitarras, salía de la casa afilando un hacha y preguntando con su voz de trueno: “quién es el desgraciado que quiere malograr a mis hijas”. Aunque nunca lo vi en esos extremos de cólera, nos reñía frecuentemente y por cualquier insignificancia.
Una noche de finales de agosto, cuando mi sufrimiento había alcanzado niveles que, seguramente, eran intolerables para un niño de siete años, mientras dormía, sentí algo mojado y caliente en mi cama. Me había orinado. Desperté a Ricardo. Con infinita vergüenza, le dije lo que había pasado.
—Voy a buscar a la abuela –dijo, más dormido que despierto.
—No, por favor –exclamé–. Se va a poner furiosa y… –no me atreví a continuar.
—Y… ¿qué? ¿qué pasa? –preguntó Ricardo.
—Es que … –nuevamente no me atreví.
—¿Es que qué? Tenemos que decirle –repuso impaciente–. Estás completamente mojado y las sábanas también. Mañana cuando sepa que no le avisamos, se va a poner peor.
—Es que me da miedo el hacha del abuelo –logré decir, finalmente, con voz de espanto.
Ricardo me vio entre rabioso y obstinado, negó con la cabeza en señal de hartazgo y salió del cuarto, todavía trastabillando de sueño.
Me quedé esperándolos, inmóvil, parado frente a la puerta. Pocos segundos después, regresó Ricardo. Sin la abuela. Llegó corriendo. Respiraba agitado, acelerado. La cara pálida. La expresión de pavor. El cuello y el pecho se le habían manchado con rosetas coloradas. Vi que las manos le temblaban y, cuando me tocó, comprobé que sudaban.
—Acuéstate y cállate –dijo tumbándose de un brinco en la cama–. Métete aquí conmigo –susurró– y nos arropó a los dos, hasta cubrirnos totalmente.
—¿Qué pasó? –musité entre sorprendido y angustiado.
—¡Shhh, silencio! –dijo–. Hazte el dormido.
Me asaltó el pánico. Algo malo había sucedido.
“Lo más seguro es que vio un fantasma”, pensé.
Pasamos la noche en la misma cama, los dos mojados e incómodos. Por fin, amaneció. Al primer atisbo de luz, nos levantamos. Ricardo me ayudó a encender la regadera del baño de nuestro cuarto y recuerdo haber pasado largo rato debajo del agua.
De repente, oí voces provenientes del cuarto. Abrí la puerta con cuidado, lo suficiente para oír lo que decían. Pero no me atreví a salir. Ricardo hablaba con Carlota, la señora que iba a ayudar con la limpieza.
—Los señores tuvieron que salir temprano y no saben a qué hora regresarán –la oí decir–. La señora me pidió que los ayudara a empacar sus cosas, porque la mamá de ustedes viene a buscarlos.
Vi cómo se inclinó sobre mi cama. Olió las sábanas.
—¿Alberto se orinó? –preguntó, y sin esperar respuesta:– Claro, por la falta que le hace su mamá– afirmó con dulzura.
¿Cómo sabía? ¿Era posible que alguien más supiera?
Rápidamente, la dicha acaparó mis pensamientos, mis emociones y todas las células de mi cuerpo. La vida había dado una vuelta inesperada e, inesperadamente también, el nuevo rumbo era para mí como un milagro concedido.
Mi mamá llegó a mediodía y los abuelos todavía no habían regresado. Para mi sorpresa, todo sucedió muy rápido. Tomó nuestras cosas, las subió a la Blazer, nos subimos nosotros, encendió el carro y partimos.
Pensé en los abuelos. ¿Dónde estarían? ¿Por qué nos íbamos antes de tiempo y sin despedirnos? No se me ocurrió preguntar. El camino de regreso, para mí, fue la vuelta a Caracas y a mi tranquilidad.
Muchos años después, acompañé a Ricardo a una diligencia en Barquisimeto.
Llegamos a la hora del almuerzo. Nos detuvimos a comer en un restaurante de carne, ubicado justo en la entrada de la ciudad, acicalado por unos ventanales que traslucían una vista esplendorosa hacia el Valle del Turbio.
Sin pensarlo, sin que conscientemente se me ocurriera, pregunté:
—¿Qué pasó aquella noche en casa de los abuelos, cuando me hice pipí en la cama?
Me vio sorprendido, divertido.
—¿Es que tú no sabes? –rio con picardía.
—No –respondí– y sentí el corazón acelerado y las extremidades desvanecidas.
—Abrí la puerta del cuarto –dijo Ricardo, sonreído– y los sorprendí tirando.
*No se me ocurrió preguntar fue producida en el taller «Cualquier estilo es bueno, menos el aburrido«, de Lizandro Samuel.
Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730