Hoy celebramos a San Juan de Dios, patrono de los hospitales y los trabajadores de salud


Cada 8 de marzo, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Juan de Dios, fundador de la Orden de los Hermanos Hospitalarios, la que posteriormente se denominaría, en honor al santo, “Orden Hospitalaria de San Juan de Dios”.
San Juan es un símbolo de la vocación de la Iglesia a hacerse ella misma caridad con aquellos que sufren en el cuerpo y también en el espíritu.
El aventurero llamado a servir a los que sufren
San Juan de Dios O. H. nació en Montemor-o-Novo (Montemayor), Portugal, el 8 de marzo de 1495 y, coincidentemente, fue llamado a la Casa del Padre también un 8 de marzo, pero de 1550, en Granada (España). Su nombre de pila fue João Cidade Duarte, aunque el mundo lo ha conocido siempre como Juan, ‘Juan de los enfermos’.
João, con tan solo 12 años, tomó rumbo hacia Toledo (España). Allí empezaría su curioso itinerario laboral que lo haría pasar del pastoreo -su primer empleo- a mercenario a los 27 años, cuando se enlista en la milicia del Emperador Carlos I de España (1500-1558). Poco le faltó para morir ahorcado a causa de un descuido suyo que comprometió a su compañía militar. Años después volvería a enrolarse para apoyar a Carlos I (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico), esta vez no para luchar contra los franceses sino contra los turcos que habían sitiado Viena en 1532.
Santo de los libreros y mayordomos
Después de la milicia, decidió volver a su tierra, Portugal. En el camino conoció a una familia noble expulsada por el rey de Portugal a Ceuta, quienes lo contrataron como sirviente.
Decidido a probar fortuna empezó a trabajar como librero en Gibraltar, llegando a abrir una pequeña librería propia. Gracias a este oficio tuvo contacto con la literatura religiosa de la época, que dejó una huella imborrable en su corazón. Por épocas volvió a trabajar como sirviente, ejercitándose aún más en los dones y hábitos que Dios plenificaría más tarde cuando Juan se convertiría en servidor de los enfermos para siempre.
Finalmente, Juan se hizo enfermero por vocación y convicción, pues descubrió que el amor a los que sufren dolor era lo que más le movía y llenaba el corazón. Juan se quedó prendado de este noble oficio, con el que aprendió a tratar a diario con ‘ese’ Jesús sufriente, vulnerable, esperando ser atendido y consolado, y que siempre está presente en cada persona enferma.
Un alma hospitalaria
Juan, cuando trabajó como sirviente, aprendió aquello de que en el servicio el amor se hace palpable, visible. Cristo se hizo servidor de todos y fue quien más amó y es quien más nos ama. Movido por esa convicción, el santo fundó un hospital en Granada y, posteriormente, junto con su grupo de compañeros, constituyó la base de lo que sería la Orden Hospitalaria, dedicada a la pastoral de la salud. Los miembros de la Orden estarían dedicados por entero a atender a los pobres y necesitados.
En aquel hospital, el Hermano Juan trabajaría casi sin descanso durante diez años. Fueron años duros, con muchas tribulaciones y dolores, que se hicieron más llevaderos -cuando no hermosos- gracias a la oración. Sin Cristo, nada hubiese sido posible, pensaba Juan: “Son tantos los pobres que aquí llegan, que yo mismo, muchas veces estoy espantado cómo se pueden sustentar, mas Jesucristo lo provee todo y les da de comer”.
Es Cristo quien cura
El Hermano Juan, cada vez que podía, se ponía en presencia de Dios o renunciaba a alguna cosa que le agradaba para “mantener contento al Señor” durante la jornada y seguir exhibiendo la sonrisa que animaba a sus enfermos. Ellos, desorientados por el dolor, muchas veces pensaban que Dios los había abandonado y se veían caer en el abismo del desamparo, hasta que de pronto la sonrisa serena de Juan y sus ademanes llenos de cuidado y afecto les aliviaba el alma.
Juan había interiorizado hasta el tuétano que amar al que sufre es razón suficiente para desvelos y sacrificios. Ni cuando su propia salud lo traicionaba -solía resfriarse constantemente- buscó su seguridad o comodidad, sino siempre primero el bienestar del que tenía enfrente.
En una ocasión, se produjo un terrible incendio en su hospital y él, poniendo en riesgo su vida, se encargó personalmente de rescatar a los pacientes. Fue auténticamente milagrosa la manera como Juan de dios atravesó el lugar en llamas, una y otra vez, sin recibir quemadura alguna. Aquel día ni uno solo de sus pacientes sufrió algún daño.
San Juan de Dios y la salud hoy
San Juan de Dios además de ser patrono de hospitales y centros de salud, lo es de quienes trabajan en ellos en todas las áreas: médicos, enfermeros, administrativos y obreros; es decir, de todos los involucrados en preservar la salud y el valor de la vida humana. Asimismo -y no es poca cosa- es patrón de los que difunden libros en los que hay verdad, como los libros religiosos o de provecho espiritual. La salud es siempre cosa del cuerpo y del alma.
Hoy su vida y ejemplo de entrega a los sufrientes cobran un sentido especial. Pidamos su intercesión por todos aquellos que se arriesgan en los hospitales y servicios de salud alrededor del mundo para servir a otros. Pidamos también por quienes padecen el dolor del deterioro corporal y la soledad que a veces acarrea la enfermedad.
Actualmente los religiosos hospitalarios de San Juan de Dios, sus hijos espirituales, continúan sirviendo en cientos de centros de salud en los cinco continentes. Ellos son testigos del valor único de la vida humana, que ha de respetarse de manera incondicional.
Petición
¡San Juan de Dios, intercede por el alma de los médicos y enfermeros que murieron en los años de pandemia y por quienes ahora dan la vida en las zonas de guerra! ¡Acompaña a quienes están enfermos y sufren soledad! ¡Asiste a quienes no solo están afectados físicamente, sino también a aquellos cuyas mentes o almas están heridas o desorientadas! Que por tu intercesión, todos recuperen el aliento, la paciencia y la esperanza, incluyendo a sus familias y a quienes los cuidan. ¡Que nadie se sienta abandonado por Dios!
Biografía de San Juan de Dios
Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Carlos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.
La Sma. Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado.
Salido del ejército, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.
Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel “pobrecito” era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo: “Granada será tu cruz”, y desapareció.
Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión, el famoso Padre San Luis de Avila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodillo y empezó a gritar: “Misericordia Señor, que soy un pecador”, y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años.
Se confesó con San Juan de Avila y se propuso una penitencia muy especial: hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo.
Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos sus pecados.
La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes.
Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ese era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos.
Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.
Cuando San Juan de Avila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera “locura de amor”: gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan.
Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres.
Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. Él iba con unos morrales y unas ollas gritando: ¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien! Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad.
El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y empezó a llamarlo “Juan de Dios”, y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.
Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.
Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.
Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien, y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.
Al llegar a la casa de la rica señora, exclamó Juan: “OH, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador”. Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.
El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: “Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo”, y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.
Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
Oración a San Juan de Dios para pedir la sanación de un niño enfermo
Glorioso san Juan de Dios, alma buena y noble,
que, engrandecido por Dios con su Poder y sus Gracias,
compartiste los sufrimientos y aflicciones de los demás,
ahora que estás junto al buen Jesús,
que te honra y no te niega nada,
y eres nuestro intercesor ante la salud y la enfermedad,
te suplico ruegues por la salud de este niño-a enfermo
y hagas lo posible para que sea sanado-a cuanto antes…
(nombre del niño-a enfermo).
Tu que repartes favores entre todos los que esperanzados
imploran tu generosidad y clemencia,
como lo acredita una serie continuada de milagros
obrados por ti en todos los siglos, naciones y gentes,
mira compasivamente a este criaturita
y dale tu asistencia y afecto desde los Cielos.
Ayúdale a librar esta dura batalla,
no le abandones en este trance difícil y angustioso
y envía junto a su cama al Arcángel san Rafael
para que, al igual que a ti te ayudó y protegió,
sea su amigo y compañero, lo proteja y custodie.
San Juan de Dios, glorioso patrón de los enfermos,
que elegiste a los más necesitados y a los que padecían
para darles tu amor, cuidados y atenciones
por ser ellos la representación del Cristo sufriente,
y te esforzaste en hacerles el bien y caridad,
en sustentarles, vestir y curar,
recibe a ……. con amor y caridad y pide por el-ella,
para que en breve recupere su energía y vitalidad
y sea un niño-a sanísimo-a, alegre y dichoso-a.
San Juan de Dios, esclavo de Jesús y María,
suplica con fervor a la Santísima Virgen,
que es nuestro amparo y consuelo,
acune entre sus amorosos brazos a …….
y con sus maternales caricias mitigue sus dolores;
pide al Niño Jesús, que es vida y salud del enfermo,
que con su infinito amor y misericordia
limpie su cuerpo de toda enfermedad física y mental,
sane sus dolencias y le devuelva la salud,
para que tenga una larga y buena vida,
nosotros le-la amamos y necesitamos a nuestro lado,
…… es nuestra alegría y llena de felicidad nuestras vidas.
San Juan de Dios, bendito y milagroso
que tus manos y corazón no se separen
de esta criatura que padece y sufre;
haz que los doctores y enfermeras que se ocupan de …….
reciban luz y guía de Dios Padre Todopoderoso
y sean sabios para administrar las medicinas adecuadas,
danos fortaleza a sus familiares y amigos
para que no perdamos la esperanza
y sepamos hacer todo lo necesario y preciso
para afrontar esta situación con entereza y sin decaer,
y sobre todo, pide al Señor que desde las Alturas
contemple con ojos de misericordia, visite y sane
a su pequeño-a siervo-a ……. que tanto le necesita.
Bienaventurado e insigne san Juan de Dios,
sé que mi pedido será escuchado
y por ello te doy las gracias por anticipado,
y me mantengo a la espera
con toda la esperanza y confianza
que mi alma y corazón sean capaces.
Oh Dios concédenos que,
siguiendo el ejemplo de san Juan de Dios
llevemos en el corazón y manifestemos en la practica
el amor a los pobres, a los enfermos y necesitados,
y extiende tu acostumbrada bondad sobre …….
guarda, cuida y sana a …….
que se encuentra afligido por la enfermedad,
Padre Dios, concédele la ayuda de tu Poder
para que su enfermedad sea cambiada por salud total
y la tristeza que ahora tenemos se convierta en gozo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Rezar tres Padrenuestros, Avemaría y Gloria.
Oración a San Juan de Dios para pedir su intercesión
¡Glorioso San Juan de Dios, caritativo protector de los enfermos y desvalidos! Mientras vivisteis en la tierra no hubo quien se apartase de vos desconsolado: el pobre halló amparo y refugio; los afligidos consuelo y alegría; confianza los desesperados y alivio en sus penas y dolores todos los enfermos. Si tan copiosos fueron los frutos de vuestra caridad estando aún en el mundo, ¿qué no podremos esperar de vos ahora que vivís íntimamente unido a Dios en el Cielo? Animados con este pensamiento, esperamos nos alcancéis del Señor la gracia de… si es para mayor gloria de Dios y bien de nuestras almas. Amén.
Oración a San Juan de Dios para problemas económicos, salud y depresión
San Juan de Dios glorioso,
benefactor insigne de los enfermos,
los desahuciados y abandonados,
de los que sufren depresión, angustia o ansiedad,
de los traumatizados, de las víctimas de abusos,
y de toda persona desamparada o en dificultad,
te suplicamos de todo corazón,
y por la poderosa ayuda divina que recibiste de tu amigo y protector
el Arcángel san Rafael,
que nos des tu asistencia en las necesidades
corporales, espirituales y materiales
que aquí te presentamos:
(pedir lo que se necesita conseguir).
No nos niegues la ayuda que con fe te pedimos,
mira nuestras carencias, nuestros agobios,
tiende tu generosa mano y danos tu auxilio,
danos las bendiciones que tanto precisamos
para solucionar nuestros problemas,
pide por nosotros al Señor de Misericordia
y consigue seamos escuchados y atendidos.
Así mismo te pedimos que nos hagas participes
del conocimiento de Dios,
para que conociéndolo le amemos,
le sirvamos y le obedezcamos,
porque no hay mayor pobreza
que el desconocimiento de Dios,
y libres de esta pobreza espiritual
seamos dotados de buenas obras
y así de esta manera,
venciendo todos los obstáculos
de la vida presente
seamos dignos de las glorias
y maravillas celestiales.
Por Jesucristo Nuestro Señor
Amén.
San Juan de Dios
Nacido en Montemayor el Nuevo, Portugal, el 8 de Marzo de 1495, de devotos padres Cristianos; muerto en Granada, el 8 de Marzo de 1550. Las maravillas que acompañaron el nacimiento del santo anunciaban una vida polifacética en sus intereses, pero dominada de principio a fin por la fidelidad implícita a la gracia de Dios. Un sacerdote español a quien siguió a Oropesa, España, a sus nueve años lo dejó a cargo del principal pastor del lugar, de quien gradualmente se hizo querer por medio de su puntualidad y fidelidad en el servicio, así como su piedad ardiente. Cuando había llegado a la edad viril, para escapar al bien intencionado, pero persistente, ofrecimiento de su maestro de casarlo con su hija, Juan ingresó por un tiempo al servicio del ejército de Carlos V, y a la renovación de la propuesta se alistó en un regimiento de camino a Austria para combatir con los Turcos. Años sucesivos lo encontraron primero en su lugar de nacimiento, entristecido por las noticias de la muerte prematura de su madre, quien había estado al tanto de su misteriosa desaparición; luego como pastor en Sevilla y aún después en Gibraltar, en el camino a Africa, a redimir con su libertad a los Cristianos mantenidos cautivos por los Moros. Acompañó a Africa a una familia portuguesa expulsada del país, a quienes la caridad lo impulsó a ofrecer sus servicios. Por consejo de su confesor, pronto regresó a Gibraltar, donde, en tan corto tiempo como había transcurrido desde la invención de la imprenta, inauguró el Apostolado de la página impresa, haciendo el recorrido de los pueblos y aldeas alrededor de Gibraltar, vendiendo libros y cuadros religiosos, prácticamente sin ningún margen de utilidad, para ponerlos al alcance de todos.
Fue durante este período de su vida que se dice habérsele concedido la visión del Niño Jesús, Quien le confirió el nombre por el que fue conocido más tarde, Juan de Dios, mandándolo también ir a Granada. Allí quedó tan impresionado por la predicación del Bienaventurado Juan de Avila, que distribuyó sus bienes terrenales y fue a través de las calles de la ciudad, dándose golpes de pecho y clamando la misericordia de Dios. Por algún tiempo su cordura fue puesta en duda por la gente y fue tratado como un loco, hasta que el celoso predicador lo obligó a desistir de sus lamentaciones y adoptar otro método de reparar por su vida pasada. Entonces hizo una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, donde le fue revelada por la Virgen Bendita la naturaleza de su vocación. De regreso a Granada se consagró al servicio de los enfermos y los pobres, arrendando una casa donde cuidar de ellos y después proveyéndola de todo lo necesario, buscó en la ciudad a todos aquellos afligidos por cualquier enfermedad, cargando sobre sus hombros a los impedidos para caminar. Por algún tiempo estuvo solo en su trabajo caritativo buscando por la noche las provisiones necesarias, y durante el día atendiendo escrupulosamente a las necesidades de sus pacientes y los ocasionales del hospital; pero pronto recibió la colaboración de sacerdotes y médicos caritativos. Muchas hermosas historias se cuentan de los huéspedes celestiales que lo visitaban durante los primeros días de hercúleas faenas, que eran aligeradas a veces por San Rafael en persona. Para poner término a su costumbre de intercambiar su manto con cualquier pordiosero que tuviera ocasión de encontrarse, Don Sebastián Ramírez, Obispo de Tuy, había hecho para él un hábito, que fue más tarde adoptado en todas sus necesidades como atuendo religioso de sus seguidores, y le impuso para siempre el nombre dado por el Niño Jesús, Juan de Dios. Los primeros dos compañeros del santo, Antonio Martín y Pedro Velasco, una vez enemigos implacables que habían escandalizado a todo Granada con sus disputas y disipaciones, fueron convertidos por medio de sus oraciones y formaron el núcleo de una formidable congregación. El primero avanzó tanto en el camino de la perfección, que el santo en su lecho de muerte lo recomendó a sus seguidores como su sucesor en el gobierno de la orden. El otro, Pedro el Pecador, como él mismo se llamaba, llegó a ser un modelo de humildad y caridad. Entre los muchos milagros que se cuentan del santo, el más famoso es el conmemorado en el Oficio de su fiesta, su rescate de todos los enfermos durante un incendio en el Gran Hospital de Granada, pasando ileso él mismo a través de las llamas. Su caridad sin límite se extendía a viudas y huérfanos, a los desempleados, estudiantes pobres, y mujeres perdidas. Luego de trece años de severa mortificación, incesante oración, y dedicación a sus pacientes, murió en medio de las expresiones de dolor de todos los habitantes de Granada. Su última enfermedad había sido consecuencia de un heroico pero inútil esfuerzo por salvar a un joven de perecer ahogado. Los magistrados y la nobleza de la ciudad se arremolinaron alrededor de su lecho de muerte para expresar su gratitud por sus servicios a los pobres, y fue sepultado con la pompa usualmente reservada a los príncipes. Fue beatificado por Urbano VIII, el 21 de Septiembre de 1638, y canonizado por Alejandro VIII el 16 de Octubre de 1690. El Papa León XIII hizo a San Juan de Dios patrono de los hospitales y de los moribundos. (Ver también HERMANOS HOSPITALARIOS DE SAN JUAN DE DIOS).
Acta SS. 1 March, I, 813: De CASTRO, Miraculosa vida y santas obras del. b. Juan Dios (Granada, 1588); GIRARD DE VILLE-THIERY, vie de s. Dieu (Paris, 1691); BUTLER, lives of the Saints, 8 March; BEISSEL in Kircheslex., s.v. Johannes von Gott.
Escrito por F.M. RUDGE
Transcrito por Joseph P. Thomas
En memoria de Fr. George Kanatt M.C.B.S.
Traducido del Inglés por Daniel Reyes V.
Gracias infinitas a Dios por enviarnos seres tan maravillosos que nos estimulan a la perfección.
San Juan de Dios
Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad.
De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento.
En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros pues deseaba dedicarse a labores más espirituales.
- Biografía de San Juan de Dios
- San Juan de Dios en la Enciclopedia Católica
- Oración a San Juan de Dios para pedir su intercesión
- Oración a San Juan de Dios para pedir la sanación de un niño enfermo
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Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730