






No solo es un homenaje al cine clásico. Es una odisea visual y emocional. Una profunda reflexión sobre la identidad, la pérdida y la búsqueda de un nuevo hogar.
Publicado por Daniel Marín
“No solo es un homenaje al cine clásico. Es una odisea visual y emocional. Una profunda reflexión sobre la identidad, la pérdida y la búsqueda de un nuevo hogar”
El término “Brutalismo”, aunque con diversas acepciones en el lenguaje cotidiano, adquiere un significado preciso en el ámbito de la arquitectura. Derivado del francés “béton brut” (“hormigón en bruto“), este movimiento arquitectónico se caracteriza por la utilización del hormigón en su estado natural, sin revestimientos ni ornamentos. De esta manera, los edificios brutalistas exhiben una estética cruda y desnuda, donde la estructura y los materiales de construcción se muestran de forma honesta y directa.
Ahora bien, se preguntarán el ¿por qué de esta prerrogativa?, y la respuesta es sencilla: El director y actor Brady Corbet (ganador del Globo de Oro al “Mejor Director” 2025 y el León de Plata en Venezia 2024 a “Mejor Director”, conocido por haber interpretado a Mason Freeland en Thirteen, a Brian Lackey en Mysterious Skin y a Alan Tracy en Thunderbirds) regresa a la gran pantalla con una historia extraída de la vida real (aunque el personaje principal es ficticio) que nos sumerge en la mente de un arquitecto judío que huye del Holocausto para reconstruir su vida en Estados Unidos.
La película “El Brutalista” (“Mejor Película Dramática” en los Globos de Oro 2025), es una odisea visual y emocional, no solo es un homenaje al cine clásico, sino también una profunda reflexión sobre la identidad, la pérdida y la búsqueda de un nuevo hogar.
Siendo este el meollo del asunto, así como una oda al título, la corriente arquitectónica y artística, el director a través de un viaje colmado de referencias existencialistas, introspección y reconstrucción de su personaje, permite que el espectador visite los diferentes espacios del alma y psiquis humanas, revelando en cada paso las luces y sombras que los seres humanos podemos afrontar en su transitar de vida. Por ello, sin ornamentos, clichés ni exageración visual, narrativa o comparativa, nos da una historia honesta, sin tapujos, con un carácter vibrante y en ocasiones crudo de su interpretación acerca de una realidad.
Un viaje introspectivo
El guion, escrito por el propio director, es una obra maestra que nos guía a través de la compleja psicología de su protagonista. La historia, aunque basada en hechos reales, se siente universal y atemporal. Los diálogos son concisos y poderosos, y la trama se desarrolla a un ritmo que te mantiene al borde del asiento.
Al abordar una narrativa que parte como eje fundamental del existencialismo y la búsqueda de sentido, Corbet establece el arco central de la historia en la reconstrucción personal de László Tóth (Adrien Brody) el protagonista, quien busca reconstruir su vida tras el Holocausto. Esta búsqueda constante de sentido en un mundo marcado por la tragedia es un tema central en el existencialismo.
Esto lo vemos claramente en procesos mentales como la soledad y la alienación, desdibujados en las escenas donde a pesar de estar rodeado de personas, Tóth se abstrae en medio de conversaciones o situaciones particulares en la que se denota su incomodidad, o aquellas en la que recurre a recursos para escapar de la realidad pasada y presente que lo asecha.
Pero no todo se reduce a ello. La absurdidad de la existencia es otro elemento presente pues, la película sugiere que la vida puede carecer de un significado inherente, y que cada individuo debe construir su propio sentido.
Tóth, a través de su arquitectura, busca darle un significado a su existencia. Es así que de manera subjetiva el director nos muestra sugerentemente la mecánica entre el poder y el control usando la arquitectura como ejemplo del poder al exponer esta corriente hace una comparación entre lo simbólico del brutalismo y la visión de vida de Tóth, como arquitecto, quien utiliza este lenguaje visual para expresar su propia visión del mundo.
Así de forma casi onírica muestra la manipulación del espacio a través de sus diseños, traspaleando eso a su vida, en búsqueda de controlar el entorno y las emociones de las personas. Esto refleja un deseo de poder y dominio sobre el mundo que lo rodea.
Una vista que te dejará sin aliento
Grabada en formato Vista Visión que usa película de 35 mm, el director “rotó” la imagen con el fin de maximizar la resolución al doble de la original, permitiendo producir copias de 70 mm de alta resolución, lo cual convierte a este film en una joya visual cinematográfica.
El director de fotografía Lol Crawley (conocido por obras como Ruidos de fondo, 45 años, Ballast, El Jardín Secreto, entre otras) crea una imagen que es simplemente impresionante. Cada plano es una obra de arte en sí misma, capturando la belleza y la brutalidad de la arquitectura moderna. La elección de los colores y la iluminación crea una atmósfera opresiva y claustrofóbica que refleja el estado emocional del protagonista.
La película va construyendo su narrativa visual (en sus casi 4 horas de duración) sobre un cuidadoso equilibrio entre la frialdad y la nostalgia. Apoyándose en una paleta cromática dominada por grises acerados, azules melancólicos y ocres terrosos, que evocan la atmósfera de la posguerra y el desarraigo del protagonista.
Hacen que estos tonos fríos contrasten con los flashbacks, donde la imagen se satura de colores vibrantes que representan un pasado idealizado y la calidez de los recuerdos.
En cuanto a la iluminación, a menudo tenue y contrastada, refuerza la sensación de introspección y aislamiento. La cinematografía, con encuadres precisos que enfatizan las líneas geométricas de la arquitectura brutalista y movimientos de cámara lentos y deliberados, contribuye a la creación de esa atmósfera opresiva y reflexiva que les comentaba.
En conjunto, la imagen no solo acompaña la narrativa, sino que se convierte en un elemento expresivo clave, transmitiendo las emociones contenidas y el drama silencioso del personaje.
La marca sonora
El compositor inglés Daniel Blumberg (responsable de bandas sonoras para películas como Deseo Prohibido, Guo4, Halo Of Stars, por mencionar algunas) es el encargado de elevar la cinta a otro nivel gracias al tratamiento musical.
Al jugar un papel crucial en la construcción del ambiente y la profundización de las emociones. la música, a menudo minimalista y disonante, refleja la frialdad y la rigidez de la arquitectura, así como la alienación del protagonista.
Los temas melancólicos y nostálgicos evocan el pasado perdido y la lucha por la identidad en un nuevo contexto. La música no solo acompaña las imágenes, sino que dialoga con ellas, creando una experiencia sensorial completa que intensifica el impacto emocional de la película. En definitiva, la banda sonora se convierte en un elemento narrativo esencial.
Esto lo podemos observar con mayor detenimiento cuando en diferentes secuencias escuchamos canciones propias de la época que resuenan en pantalla como si salieran de un fonógrafo, así como el uso del recurso de locución y varios fragmentos de noticias, avisos y discursos propios de la década que fueron emitidos en radio, y que aquí el director los trae de vuelta para situarnos en contextos del espacio y tiempo.
Actuaciones memorables
Las actuaciones se caracterizan por una contención que resuena con la temática de la película. Adrien Brody (quien obtuvo el Premio Globo de Oro al “Mejor Actor – Cine – Drama” 2025, Mejor Actor Cine en los Critics Choice Awards 2025, conocido también por su personaje de Władysław Szpilman en El Pianista), aquí como Tóth László, transmite el peso del desarraigo y la lucha interna a través de una expresividad sutil, con miradas y gestos que revelan un torbellino emocional contenido.
Brody nos ofrece una interpretación visceral y conmovedora que te atrapa desde el primer momento. Su transformación física es impresionante y su capacidad para transmitir la angustia y soledad del personaje es simplemente asombrosa.
En cuanto a Felicity Jones (reconocida por su papel en 2014 con La Teoría del Todo así como Jane Hawking, Jyn Erson en Rogue One: una historia de Star Wars, entre otras) en el papel de Erzsébet, la esposa del protagonista brilla con una actuación llena de matices y sutileza. Ella complementa a Brody con una interpretación igualmente matizada, mostrando la fortaleza y la vulnerabilidad de una mujer que se enfrenta a la adaptación y la pérdida.
La química entre ambos actores es palpable, intensificando la conexión emocional del espectador con la pareja. El resto del elenco, incluyendo a Guy Pearce (Leonardo Shelby en Memento, Edmund en Los Ángeles al Desnudo, entre otros títulos), ofrece interpretaciones sólidas que enriquecen la narrativa.
El manejo de las interpretaciones, dirigido por Brady, prioriza la introspección y la autenticidad, permitiendo que las emociones fluyan de manera orgánica y se integren a la perfección con la atmósfera melancólica y reflexiva de la película.
En resumen
El Brutalista es mucho más que una película sobre arquitectura. Es un viaje introspectivo que nos invita a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro. La película nos muestra cómo el trauma puede marcar a una persona para siempre, pero también cómo el arte y la creación pueden ser una forma de sanar y reconstruir.
Con su estética cruda y su énfasis en la forma y la función, sirve como una metáfora perfecta para explorar los temas de identidad, pérdida y reconstrucción que están presentes en la película y son expuestos de una manera clara e universal.
Esta es una obra maestra que te dejará pensando durante días. La dirección de Brady Corbet, su guion conmovedor, la cinematografía impresionante y las actuaciones sobresalientes hacen de esta película una experiencia cinematográfica única.
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ANÁLISIS FÍLMICO:
http://magiadelcineven.blogspot.com/2025/02/un-viaje-visceral-por-la-arquitectura.html
Magia del Cine
Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730