Antonio Claret y Clará nació en el pueblo de Sallent (Barcelona) un 23 de diciembre de 1807. Quinto de once hermanos fue bautizado el mismo día de Navidad. La salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en la que Antonio hubo de quedarse en casa de sus padres se declaró un incendio y se hundió la casa de la nodriza pereciendo todos sus ocupantes. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la Divina Providencia y quedó marcado de por vida.
Desde la cuna, Claret sintió la fuerza de su familia muy vinculada en el mundo de los telares y tejidos. En sus primeros años Antonio dio muestras de una especial inteligencia y buen corazón.
La Guerra contra Napoleón activó el ambiente de la época, los soldados frecuentaron la localidad entre los años 1808 y 1814, esto hizo que el clero y el pueblo se sumaran a la lucha. En 1812 se promulgaba la nueva Constitución. Este ambiente también marcó el carácter del joven Antonio Claret.
Mientras, como otro niño de su edad jugaba, estudiaba y crecía a los ojos de Dios. Dos amores destacaban ya en el pequeño Antonio: la Eucaristía y la Santísima Virgen María.
Asistía con atención a la misa; dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia, iba con frecuencia, acompañado de su hermana Rosa, a la ermita de la Virgen de Fusimaña y rezaba diariamente el Santo Rosario.
La debilidad de Antonio eran los libros. Los leía insaciablemente y pocas cosas contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, sus primeras lecturas de su infancia. Ya entonces Antonio tenía una marcada ilusión: llegar a ser sacerdote y apóstol.
Pasó toda su adolescencia en el taller de su padre, llegando a perfeccionar sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios de la Lonja. Empresarios del sector quisieron poner en manos del joven maestro Claret la creación de una gran fábrica textil, pero inexplicablemente, no aceptó. Antonio sentía que no era su camino en la vida.
A principios de septiembre de 1829, con 21 años ya estaba decidido a ser sacerdote. Es en esta época, influenciado por la Orden de los Cartujos, cuando Claret entra en un profundo contacto teológico con la Biblia, que le impulsaría a un insaciable espíritu apostólico y misionero patente hasta nuestros días.
A los 27 años, el día 21 junio de 1835 celebró su primera Santa Misa en la parroquia de Sallent, siendo destinado como párroco en su tierra natal. Pero la agitación política (muerte de Fernando VII y actuaciones políticas de las Cortes Españolas) y el desorden en una España antirreligiosa que conduce a la guerra civil entre carlistas e Isabelinos, obligó al joven Padre Claret ir a Roma e inscribirse en «Propaganda Fide», con objeto de ir a predicar el Evangelio a otras tierras. Sintió la llamada a la Orden Jesuita. Pero será en Roma donde busca su identidad misionera, Dios le hizo comprender que su misión estaba en España, sin estar unido a ninguna orden religiosa existente.
De regreso a España, desde 1841 a 1848 emprendió su ministerio con gran celo, recorrió a pie toda Cataluña, predicando la Palabra de Dios. Pronto extendería sus predicaciones por otras latitudes españolas y recibió de Roma el título de Misionero Apostólico.
Por fin era alguien destinado al servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros había desaparecido desde San Juan de Ávila. A partir de entonces su trabajo fue misionar, el Misionero Incansable.
Además de la predicación, por su capacidad de palabra y sabiduría, el Padre Claret se dedicaba a dar ejercicios espirituales al clero y a religiosas/os, especialmente en verano. En 1844 los impartió a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos Santa Joaquina Vedruna.
La actividad creadora literaria de Claret comenzaba a brotar, publicando numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe destacar el «Camino Recto», publicado el año anterior por primera vez y que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX.
Convencido en la evangelización a través de la prensa (textos, libros, estampitas, folletos) en 1847 fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D’Urgel y Antonio Palau la «Librería Religiosa».
Ese mismo año fundaba la Archicofradía del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres, sin distinción de sexos, cuyos fines principales sería la difusión de la prensa.
El día 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda del seminario de Vic, fundaba San Antonio María Claret la Gran Obra de su vida: la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (Cordis Mariae Filius – CMF).
Fueron cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet.
«Hoy comienza una gran obra» – dijo el Padre Claret.
«¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón de María?
Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas».
Bajo su dirección espiritual intervino directa o indirectamente en otras fundaciones u ordenes como las Adoratrices, las Carmelitas de la Caridad, las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, las Religiosas Filipenses, Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, las Franciscanas de la Divina Pastora, las Dominicas de la Anunciata, las Esclavas del Corazón de María, y su influencia en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones nacieron o germinaron gracias al Padre Claret.
El día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo de Cuba en la catedral de Vic. Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a recibir el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a la Virgen del Pilar en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en Sallent, su Patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir, para fundar las «Religiosas en sus Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón de María, actual Filiación Cordimariana». En el puerto de Barcelona un inmenso gentío despidió al Arzobispo Claret con una manifestación que se refleja en los escritos de la época.
Fue un Arzobispo evangelizador por excelencia. Renovó todos los aspectos de la vida de la iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños, abolición de la esclavitud. Fundó en todas las parroquias cubanas instituciones religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas técnicas y agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros, fundó asilos, etc.
Al cabo de seis años en Cuba, el 18 de marzo de 1857, le entregaron un despacho urgente en el que se le comunicaba que su Majestad la Reina Isabel II le llamaba a Madrid, sería el confesor de la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones: no vivir en palacio, no implicarle en política y no guardar antesalas teniendo libertad de acción apostólica.
Antonio Mª Claret no había nacido para la Corte, su actividad apostólica fue intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde su voz no resonara con fuerza y convicción. Desarrolló una imparable actividad, principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo sencillo y en sus ejercicios al clero en general.
Restauró El Escorial y organizó en él un centro de estudio.
En los viajes con la Reina, mientras la acompañaba en sus giras por España aprovechaba también para desarrollar un intenso apostolado, sembrando la Palabra por todos los rincones. Destacable fue el recorrido por el Sur de España llegando a predicar en un solo día 14 sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con generosidad.
«En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les predico» – dijo el Padre Claret.
Otras de sus obras más geniales, en 1858, fue la fundación de la Academia de San Miguel. En ella pretendía agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda España para la causa del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella las figuras más representativas del campo católico español. En nueve años se difundieron gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió un número incalculable de hojas sueltas.
Fundó las bibliotecas populares en Cuba y en España. Más de un centenar llegaron a funcionar en España hasta en los últimos años de su vida.
Sus actividades a favor de los más necesitados, sin compromiso alguno con la política de su tiempo y la defensa de la Palabra de Dios, le trajeron la persecución y el posterior destierro de España al estallar la Revolución en 1686 acompañando a la Reina Isabel II.
Entonces la Iglesia ganó a un gran ponente, ya que pudo asistir y formar parte del Concilio Vaticano II, donde el 30 de mayo de 1870 pronunció una fervorosa arenga sobre la “infabilidad pontificia en fe y costumbres” ganándose el sobrenombre de Confesor de la Fe. Fue el único sacerdote asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El 23 de julio de 1870, desterrado y en compañía del Superior General de la Congregación Claretiana, llegó el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes, recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. Falleció el 24 de octubre de 1870 a los 62 años, en el monasterio cisterciense de Fontfroide (Francia), dejando una extensa y rica vida literaria, pero sobre todo a la Iglesia un ejemplo de virtudes y celo misionero.
Por todos estos méritos, por su santidad como persona (tenía el privilegio incomparable de levitar durante la Consagración en la Santa Misa y la conservación de las especies sacramentales en su pecho de una comunión a otra: Sagrario Viviente) y por los milagros concedidos por su mediación, el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO, y posteriormente el Papa Juan XXIII extendería su fiesta a la Iglesia Católica Universal.
En la actualidad los restos de San Antonio Mª Claret se veneran en la Casa Claretiana de Vic (Barcelona).
Periodista: Enrique Raúl Vivas Pino
CNP: 15.730